«Es la boca de un volcán. Sí, boca; y la lengua de lava. Un cuerpo, un monstruoso cuerpo vivo, tanto masculino como femenino. Emite, arroja. También es un interior, un abismo. Algo vivo que puede morir. Algo inerte que se agita de vez en cuando. Que existe solo de forma intermitente. Una amenaza constante. Aunque predecible, por lo general no predicha. Caprichosa, indomable, maloliente. ¿Es esto lo que querían decir los primitivos? El gigante soñoliento que despierta….» (El amante del volcan, Susang Sontag)